GRANDES LEYES MENTALES
EMMET FOX
INTRODUCCION
Existen muchas grandes Leyes que gobiernan el pensamiento, de la misma manera que hay leyes fundamentales que gobiernan la química, la física y la mecánica.
Sabemos que el control del pensamiento es la Clave del futuro, y a fin de aprender a controlar el pensamiento, tenemos que conocer y entender estas Leyes, tal como el químico tiene que entender las leyes de la química; y el electricista, las de la electricidad.
1.
Una de las grandes Leyes Mentales es la Ley de
Si te dijera: “No pienses en la Estatua de la Libertad”, por supuesto que inmediatamente pensarías en ella. Si expresas: “No voy a pensar en la Estatua de la Libertad”, eso justamente es pensar en ella. Pero ahora, al haber pensado en ella, si te interesas en otra cosa, te olvidas por completo de la Estatua de la Libertad, éste es un ejemplo de sustitución.
Cuando te lleguen pensamientos negativos, no los combatas sino que piensa en algo positivo. Preferiblemente piensa en Dios, pero si eso resulta difícil en el momento, vuelve tu atención hacia alguna idea positiva o constructiva, y entonces el pensamiento negativo se desvanecerá.
A veces ocurre que los pensamientos negativos te abruman con tal fuerza que pareciera que no los puedes dominar. Eso es lo que se denomina un ataque de depresión, preocupación o, quizás, un arranque de ira. En tales casos, lo mejor es buscar alguien con quien conversar sobre cualquier cosa, ir a ver una buena película o una obra de teatro, o leer algún libro interesante, digamos un libro espiritual o algo por el estilo. Si te sientas a hablar con la marea negativa, probablemente lo único que lograrás será aumentarla.
Vuelve tu atención a algo enteramente diferente, negándote con resolución a pensar en la dificultad o repasarla, y luego, después de que te hayas apartado completamente de ella, podrás regresar con confianza y aplicarle el tratamiento espiritual.
“Pero yo os digo: No os resistáis al mal…”. Mateo 5:39
Otra de las grandes Leyes Mentales es la Ley de
En el plano físico, generalmente a mayor esfuerzo, mayor resultado. Cuanto más duro presionas un taladro, tanto más rápido atraviesa una madera. Cuanto más duro martillas un clavo, tanto más rápido penetra
Cualquier intento de presionar mentalmente está predestinado a fracasar, porque en el momento en que comienza la tensión, la mente deja de actuar creativamente y se limita a trabajar en términos de los viejos hábitos que están vigentes. Cuando tratas de apurarte mentalmente, simplemente detienes tu poder creativo. Para permitirle a tu mente que se vuelva creativa, tienes que quitarle la tensión relajándote conscientemente.
Actúa con tu mente relajadamente y sin ningún apuro, porque todo esfuerzo se derrota a sí mismo.
“…en quietud y en confianza será vuestra fortaleza”. Isaías 30:15
Tan pronto la mente subconsciente acepta una idea, comienza a tratar de poner en acción. Usa todos sus recursos para lograrlo, los cuales son mucho más grandes de lo que comúnmente se cree. Utiliza todo el conocimiento que ha adquirido, la mayoría del cual ha sido olvidado, para producir su resultado. Moviliza los múltiples poderes mentales que posee, la mayoría de los cuales jamás utiliza conscientemente. Se nutre de la ilimitada energía de la mente de
A veces obtiene un resultado inmediato, a veces le toma un poco más, y a veces mucho tiempo; pero si la cuestión no es totalmente imposible, el subconsciente lo producirá, una vez que haya aceptado la idea.
Esta Ley se aplica tanto a las buenas ideas como a las malas. Cuando esta Ley se usa negativamente, produce enfermedad, problemas y fracasos; y cuando se la utiliza positivamente, produce salud, libertad y éxito. La Biblia no dice que la armonía es inevitable hagamos lo que hagamos, sino que enseña que la armonía es inevitable cuando nuestros pensamientos son positivos, constructivos y bondadosos.
De esto se deriva que lo único que tenemos que hacer es lograr que el subconsciente acepte la idea que queremos reproducir, las Leyes de la Naturaleza harán el resto; producirán el cuerpo sano, la circunstancia armoniosa, la carrera exitosa. Nosotros damos las órdenes, el subconsciente hace el trabajo.
“…su comunión íntima es con los justos…”. Proverbios 3:32
“La práctica produce perfección”. Este conocido refrán refleja una de las Grandes Leyes de la naturaleza humana, y siendo una ley, nunca falla bajo ninguna circunstancia.
Para hacerse ducho en algún oficio hay que practicar. Sencillamente no puede alcanzarse ningún logro sin práctica, y cuanto más se practique (siempre y cuando se haga inteligentemente), tanto mayor será la destreza y tanto más pronto se logrará. Se aplica para el estudio de la música, de lenguas extranjeras, a la natación, al patinaje, el esquí o
En el mundo de los negocios, y en cualquier labor de administración o gerencia, se le llama experiencia; y aquí, una vez más, es la práctica lo que produce perfección. Esa es la razón por la cual, para posiciones de responsabilidad generalmente se selecciona a personas de mayor edad que a personas más jóvenes.
En metafísica, el efecto de esta ley es especialmente sorprendente. El control del pensamiento es enteramente una cuestión de práctica inteligente. Y la verdadera religión bien puede resumirse como “La Práctica de la Presencia de Dios”. Pero observa que dije práctica inteligente. El forcejeo violento no constituye una práctica inteligente, como tampoco lo es la repetición monótona.
La práctica es el secreto del logro. Podríamos parafrasear a Danton y decir: “¡Practiquen!...¡Practiquen más!...y ¡¡¡Practiquen más aún!!!”.
“…Sed hacedores de la palabra, y no tan solo oidores de ella…”. Santiago 1:22
Todo pensamiento está compuesto de dos elementos: conocimiento y sentimiento. Un pensamiento consiste en una parte de conocimiento con una carga de sentimiento, y es el sentimiento, de por sí, lo que le da poder al pensamiento. No importa cuán importante o magnífico pueda ser el contenido cognoscitivo, si no va acompañado de sentimiento, nada pasará. Por el contrario, no importa cuán poco importante o insignificante pueda ser el contenido cognoscitivo, si está muy cargado de sentimiento, algo pasará.
En la naturaleza, las aves simbolizan esta Ley universal. El ave tiene dos alas, ninguna de las cuales es más que la otra, y ambas tienen que funcionar correctamente para poder volar.
No hace ninguna diferencia si el contenido cognoscitivo es correcto o no, en tanto tú creas que es correcto. Recuerda que lo que realmente importa es aquello en lo que creemos. Un informe acerca de algo podrá ser una mentira total, pero si te lo crees, tendrá el mismo efecto sobre ti que si fuera verdad; y ese efecto, una vez más, dependerá de la cantidad de sentimiento que contenga.
Cuando entendemos esta Ley, vemos la importancia de aceptar únicamente la Verdad concerniente a la vida en todas y cada una de las facetas de nuestra experiencia. Sin duda, fue ésta la razón por
“Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo…”. Salmo 16:11
“Crece todo aquello en lo que piensas”. Esta es una máxima oriental, y resume nítidamente la mayor y más fundamental de todas las Leyes de
Amplificas en tu propia vida todo lo que permites que ocupe tu mente. La Ley opera y la condición se intensifica, haciendo caso omiso si tu pensamiento es bueno o malo. Cualquier asunto que mantengas fuera de tu mente tiende a disminuir en tu vida, porque lo que no utilizas se atrofia.
Cuanto más pienses en tu indigestión o en tu reumatismo, tanto peor se pondrá. Cuanto más pienses que estás sano y bien, tanto mejor estará tu salud. Cuanto más pienses acerca de la escasez, de los malos tiempos, tanto pero estará tu negocio. Y cuanto más pienses en prosperidad, abundancia y éxito, tanto más de estas cosas atraerás a tu vida.
Cuanto más pienses en los agravios o en las injusticias que han cometido contra ti, tanto más seguirás recibiendo tales cosas; cuanto más pienses en lo afortunado que has sido, tanto más buena fortuna tendrás.
Esta es la Ley básica y fundamental de la mente, y de hecho, todas las enseñanzas de psicología y metafísica no son más que comentarios sobre dicha Ley.
“Crece todo aquello en lo que piensas”. Filipenses 4:8
Es una Ley mental inquebrantable que tienes que perdonar a otros si quieres dominar tus dificultades y realizar un verdadero progreso espiritual.
La importancia vital del perdón podrá no ser obvia a primera vista, pero puedes estar seguro de que no es por casualidad que todos los grandes maestros espirituales, desde Jesucristo hasta hoy, han insistido tanto al respecto.
Tienes que perdonar heridas e injurias, no sólo de palabra o por cumplir con las formas, sino sinceramente, de corazón; esto lo sintetiza todos. Haces esto no por amor a la otra persona, sino por amor a ti mismo. A la otra persona le dará igual (a menos que dicha persona le asigne un valor a tu perdón), pero a ti sí te hará una tremenda diferencia. El resentimiento, la condenación, la ira, el deseo de ver que se castigue a alguien, son cosas que te pudren el alma, no importa cuán astutamente puedas disfrazarlas. Estas cosas, al tener un contenido emocional mayor de lo que sospecha la gente, hacen que los problemas se te adhieran como si estuvieran remachados. Te encadenan a innumerables inconvenientes adicionales que, de hecho, nada tienen que ver con los agravios originales.
Perdonar no quiere decir que tengas que gustar del delincuente ni que quieras intimar con él, sino que debes tener buena voluntad y desearle el bien. Por supuesto que no debes convertirte en un “felpudo de bienvenida”. Por supuesto que no debes permitir que la gente abuse de ti, ni que se te maltrate. Tendrás que librar tus propias batallas y pelearlas a punta de oración, justicia y buena voluntad. No importa si puedes olvidar la injuria o no –aunque seguro que si dejas de repasarla, probablemente la olvidarás-“pero sí tienes que perdonar”.
Reconsidera ahora el Padre Nuestro.
“No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para heredar bendición”. Pedro 3:9